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Análisis de Ys Origin
Analizado en Xbox One X. Copia digital proporcionada por Cosmocover.
Con el tema de la globalización pasa menos, pero todavía hay grandes desconocidos en este mundillo de los videojuegos. Generalmente son títulos de nicho, japonesadas arraigadas en su mercado que poco a poco han llegado a occidente gracias a atrevidos distribuidores que han removido cielo y tierra para dar a conocer sus bondades lúdicas. Ahí podríamos enmarcar los juegos de Nihon Falcom, habitual de las consolas PlayStation y toda una experta en ofrecer juegos de rol (en múltiples disciplinas) con personajes de estilo anime. Hablamos de series como
The Legend of Heroes
,
Dragon Slayer
,
Xanadu
o la que hoy tratamos, la serie
Ys
. El caso es que la marca
Ys
es toda una institución en su mercado de origen y poco a poco ha conseguido dejar ramalazos por Estados Unidos y Europa. No hace mucho os hablamos de
con motivo de su estreno en PlayStation 4… y hoy hablamos de
Ys Origin
, el estreno de la serie en Xbox One.
Ys Origin tiene sus años. Salió en PC en 2006 y fue adaptado a PlayStation 4 y PS Vita a principios de 2017, pero ahora llega a la consola de Microsoft por primera vez, de la mano de DotEmu, los mismos que han adaptado Windjammers y han hecho virguerías con el remake de Wonder Boy: The Dragon’s Trap. Sobre Ys Origin tenemos que aclarar que no es la primera entrega de la serie, sería la entrega cero, de una forma muy parecida a lo que supone Yakuza 0 en la serie de Sega. Estamos ante un juego que se ubica cronológicamente como la primera y que puede servir perfectamente como puerta de entrada a una serie que lleva numerosas entregas en el mercado. Los usuarios de Xbox One se aprovechan de las mejoras de la versión de PlayStation 4, como el mejorado apartado gráfico (recordamos que es un juego de 2006), que esté localizado al castellano mediante subtítulos y dos detalles nuevos como son el Modo Speedrun para competir con la comunidad en los marcadores y la posibilidad de elegir desde las opciones la cantidad de sangre que veremos en pantalla, se limita a que el churrete de hemoglobina sea un poco más grande de lo normal.
La acción se ubica 700 años antes del primer Ys, con los demonios arrasando la superficie de la tierra y las deidades gemelas que velan por la humanidad obligadas a protegerlos subiéndolos a las nubes. El enemigo comenzó a construir una enorme torre para alcanzar el cielo y llegar hasta sus presas, por lo que nuestra aventura comienza a ras de suelo, con un grupo de devotos dispuestos a adentrarse en la torre para ver qué es lo que se cuece allí. Nosotros podremos elegir de entrada (luego tendremos una tercera opción) a la joven Yunica, desprovista de magia pero con dos hachas para que la tengamos muy en cuenta, y Hugo, que sí puede utilizar las artes místicas para acabar con los enemigos a una distancia prudencial. En resumen, tenemos dos tramas con dos personajes muy diferentes a la hora de enfocar la jugabilidad, lo que supone poder terminarnos el juego varias veces para descubrir todos los hechos y todos los secretos que esconde la descomunal torre demoniaca.
Ys Origin es un juego de rol de acción, como si Diablo estuviese hecho por japos. Pero no del rollo de dejar pulsado el botón del ratón para que nuestro personaje acribille a todo bicho que se ponga por delante, no, aquí le damos nosotros al botón, igual que saltamos para esquivar o para realizar ataques aéreos. La barra de movimientos especiales se recarga para que no abusemos de ellos, igual que el propio escenario esconde secretos para los más atrevidos a la hora de rebuscar y experimentar. Utilizar ese movimiento circular en el momento culminante de un brinco puede darnos el impulso suficiente para llegar hasta ese cofre aparentemente inaccesible. Pues así todo el rato. Jugar con un personaje u otro cambia bastante la jugabilidad, aunque en esencia es lo mismo: recorrer estancias, limpiarlas de enemigos, acumular tesoros que mejoren a nuestro protagonista y disfrutar de los morrocotudos enemigos finales. Éstos últimos son la alegría de nuestras noches, ya que al estar el juego enclaustrado en una torre (en cuanto al argumento y escenarios) sentiremos cierta desazón al progresar, por mucho que añadan elementos imposibles a la escena (¿una torre con un piso lleno de lava? ¿no se quejan los vecinos?).
Al juego se le notan los años como a los tertulianos de Telecinco el botox. Tampoco estamos aquí por sus gráficos. Ya eran antiguos en 2006 y la alta definición lo único que hace es sacar a relieve las modestas texturas y los esquemáticos escenarios. Si encima se repiten por culpa de la imperiosa restricción de recorrer una descomunal torre, perdemos además la variedad. Al menos los personajes (tanto en su forma de pequeños sprites como en las grandes ilustraciones) lucen mucho mejor al estar en dos dimensiones. Pero si hay algo por lo que destaca la serie Ys es por su banda sonora, fantástica a todas luces. Y la que tenemos aquí no es una excepción.
Estamos ante un juego que conquista por su jugabilidad, algo que quizás cuestionemos durante los primeros compases. Normal, al comienzo puede parecer sencillo tras eliminar las primeras hordas de enemigos y recorrer los primeros pasillos. Conforme conseguimos mejorar nuestro personaje, los enemigos ganaran en prestancia, al igual que los escenarios empezarán a mostrar sus secretos. Pero no será hasta que nos veamos cara a cara con los enemigos finales cuando empezaremos a caer en el embrujo de Ys. Quizás este Origin puede resultar demasiado simple en cuanto al argumento y planteamiento, eso de subir una torre ya lo vimos en multitud de ocasiones, pero también es cierto que puede ser un grandísimo punto de partida para empezar con la serie. Ahora solo queda que llegue a Xbox One nuevas entregas de la serie, porque tras jugar a Ys Origin, nos hemos quedado con ganas de más.
La jugabilidad, sobre todo por lo diferente que resultan los personajes. Los enemigos finales.
Al apartado gráfico se le notan los años. Al estar centrado en una torre, pierde variedad y gracia.
Que llegue la serie Ys a una consola de Microsoft es motivo de gozo y algarabía. Un buen punto de partida para probarla.