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Análisis de Monster Hunter World
Después de más de medio año, la espera ha tocado a su fin;
Monster Hunter: World
, la última entrega de la franquicia y uno de los juegos más condecorados y llamativos del año, ha desembarcado, finalmente, en nuestros ordenadores. Como se suele decir, más vale tarde que nunca, y si algo nos ha enseñado la experiencia es que la paciencia es una de esas excéntricas y bellas virtudes; en cualquier caso, después de algunos precedentes muy sonados de adaptaciones tardías a la plataforma maestra, Capcom se unió a la moda y decidió posponer el lanzamiento de unos de los títulos más exitosos de 2018. Para qué mentir; el devenir de los meses parecía tornarse una eternidad, pero por fin hemos podido disfrutar de la última joya del estudio japonés, y te contamos todo lo que debes saber sobre el periplo de los cazadores en el Nuevo Mundo… y su rendimiento en tu sistema favorito.
Nuevos y misteriosos horizontes
Uno de los aspectos fundamentales de Monster Hunter: World es su ambientación, pues esta actúa como auténtico núcleo de la acción; tras crear nuestro personaje y experimentar un viaje turbulento nos encontraremos en el Nuevo Mundo, una frontera lejana e inexplorada que atrae a los cazadores por sus promesas de aventuras inolvidables, hazañas irrepetibles, y por una serie de enigmáticos sucesos que giran alrededor de los movimientos migratorios de los dragones ancianos, unos de los seres más poderosos e incomprendidos de esta realidad de caza y naturaleza desenfrenadas. Es en ese preciso instante cuando nos encomiendan la misión de averiguar los propósitos y el destino de Zorah Magdaros, el más visible de estas ignotas y místicas criaturas, y así surge nuestra historia. Cabe destacar que el ámbito argumental constituye una parte realmente secundaria del título, motivo por el que la trama actúa como una especie de catalizador para el jugador; se convierte en una herramienta para situar al usuario en ese mundo, en la propia jugabilidad, cometido que cumple a la perfección.
Lo cierto es que apenas transcurren escasos segundos hasta que este nuevo territorio detenta gran parte del protagonismo en Monster Hunter: World, ya que la idea de explorar lo desconocido siempre ha sido una de las constantes existenciales del ser humano, algo que Capcom, en este caso, explota a las mil maravillas; eso sí, dejando los desvaríos al margen, es indiscutible que uno de los grandes alicientes de la propuesta es recorrer bellos y extensos parajes en compañía de nuestro fiel y adorable camarada gatuno, recolectando toda clase de componentes y cazando un sinfín de monstruos en nuestro camino. El acceso a estas búsquedas y viajes se lo debemos a un sistema de encargos, basado en misiones principales, opcionales, de investigación o eventos temporales, cuyas opciones y variedad van desbloqueándose conforme aumentamos nuestro rango. Todo el engranaje de misiones se explica solo, y se une a la mera expedición libre para configurar una experiencia atmosférica y cómoda a la hora de afrontar los ejercicios de repetición, exploración y caza a los que acostumbra la célebre franquicia.
Evidentemente, todo este enfoque no podría sustentarse sin unas mecánicas de progresión; estas giran en torno a Astera, el nombre del primer y mayor enclave de cazadores en el Nuevo Mundo, que hace las veces de centro neurálgico para las operaciones en estas tierras ignotas. Es aquí donde aparece otra de las claves de Monster Hunter: World, consistente en la preparación del jugador ante los distintos retos a los que habrá de enfrentarse. Desde forjar nuevas piezas de equipo, previa obtención de los materiales -proceso que generalmente implica aniquilar a un buen número de extrañas criaturas-, hasta cultivar componentes necesarios para la fabricación de consumibles y comer en la cantina, esta base es el lugar indicado para ponerse a punto y para reunirse y emprender nuevas aventuras. Ya seas un lobo solitario o Sancho Panza, Astera será tu hogar.
Estos monstruos están demasiado vivos
Como decíamos anteriormente, la exploración es un elemento indispensable del título, algo se refleja con total nitidez en la importancia y elaboración de los ecosistemas, presentados como uno de los grandes argumentos de la necesaria evolución de la franquicia. Así, las áreas cerradas y separadas en sectores han dado paso a mapas más amplios, repletos de secretos, en los que los segmentos del territorio son meros esquemas para facilitar la búsqueda y recolección de distintos materiales. En otras palabras, se acabaron las cargas y los cambios de zonas, y con ello surge un mundo más vivo, más inmediato, en el que cinco grandes biomas pueden ser explorados de cabo a rabo, desde exuberantes y ancestrales bosques, a escarpados eriales y paisajes de absoluta e impactante fantasía, como una vasta red coralina terrestre. Todos ellos están sujetos a ciclos día-noche -preciosos atardeceres- y a cambios repentinos en la meteorología. Todo un espectáculo para los sentidos.