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Análisis de Gris
Hay obras que, sencillamente, trascienden los dominios de las palabras, pues sus auténticos significados se hayan sumergidos en los profundos océanos del simbolismo; “La Divina Comedia” es quizás uno de los grandes paradigmas de las alegorías del arte, ya que nos sume en una travesía esotérica plagada de exégesis relativas tanto al propio conocimiento, como a la naturaleza humana o a la misma fe. Con
Gris
sucede algo parecido, salvando, por supuesto, las distancias históricas, las complejidades filosóficas, y el alcance de sus ideas; y es que, aunque no comparte la majestuosidad de una de las grandes obras literarias de la humanidad -¿acaso algo podría hacerlo?-, sí que plantea un viaje metafórico cargado de ambivalencia, de sensaciones tácitas, y de genuina superación personal. El descenso de
Gris
no es tan fastuoso; no evoca a los infiernos o a los abismos del saber, sino a la propia psique de la protagonista, embarcándonos así en una espectacular odisea audiovisual digna de ser experimentada. Si quieres saber más, continúa leyendo, que aquí viene nuestro análisis de
Gris
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Mundos interiores
Gris es, por encima de todo, fantástico y enigmático. Si atendemos a la sinopsis oficial, la protagonista homónima es una joven llena de esperanzas, perdida en su propio mundo, y que habrá de hacer frente a una experiencia traumática de su vida; y ya está, con eso acaban las palabras. No obstante, hay muchísimo más que contar, pero lo veremos representado en forma de maravillosas alegorías y dibujos conforme vayamos avanzando por los distintos escenarios que propone la aventura, todos ellos pincelados con una prolijidad cromática y un juego de luces capaces de encandilar a los corazones más escépticos. Desde páramos rojizos, pasando por exuberantes y cambiantes bosques e incluso abismos submarinos, hasta los cielos estrellados de medianoche, todas las localizaciones que encontraremos en Gris rezuman una inenarrable pasión por contar una historia que, a pesar de no ser tangible, puede ser sentida e interpretada libremente en todo momento. Es una experiencia personal en constante evolución.
Y es que, como decíamos anteriormente, el relato de Gris destaca por su honestidad y pureza; se trata de una travesía reflexiva a través de las heridas, de los miedos, y de las esperanzas de la vida, representados en forma de bellos y melancólicos mundos interiores, vibrantes de formas y de movimientos que desafían toda lógica. Así pues, a lo largo de estos escenarios hermosamente desoladores acompañaremos a la protagonista en sus esfuerzos por recuperar los colores que pintan su realidad; esto es, puro lenguaje visual que, por suerte, acierta de pleno a la hora de prestarse a múltiples sentidos e interpretaciones. El gran logro de Gris es que su desarrollo es como mirar largo tiempo el lienzo de un cuadro abstracto: las sensaciones son conmovedoras y, a la vez, difíciles de explicar, casi imposibles de transmitir, porque otra persona puede tener valoraciones sensoriales diametralmente opuestas. Así es el arte: difuso, extravagante, y extrañamente sincero.
Los caminos del alma
La jugabilidad de Gris juega muchísimo con el discurrir por los senderos; con paseos aderezados con un sistema de plataformas que va ganando en complejidad conforme profundizamos en la evolución de la protagonista. La mayor parte del tiempo nos encontraremos deambulando por estas magníficas realidades de acuarela, con la maravillosa sensación de no saber muy bien qué es lo que estamos haciendo; el truco está en que, gracias a un excepcional diseño de niveles, Gris nos guía por estos mundos luctuosos de forma sutil, casi imperceptible, asegurándose de que nunca estaremos eternamente perdidos, algo que es especialmente reconfortante dado el carácter abstracto del título. Por otro lado, las secuencias de saltos también gozan de gran importancia, y aunque no plantean grandes exigencias mecánicas, sorprenden por su originalidad y por el uso combinado que requieren de las distintas habilidades de nuestra protagonista, que, entre otras, incluyen la capacidad de planear con su ondulante manto negro, o devolver la vida y la “materialidad” a diversos elementos del mundo a través del canto.
Toda esta combinación luce especialmente bien cuando nos encontremos ante determinados acertijos del escenario; estos rompecabezas emplean a la perfección los poderes de la joven, y nos muestran las soluciones de forma verdaderamente orgánica, ya que la interacción de Gris con el ambiente es, muchas veces, algo improvisado y que surge de manera espontánea. Eso sí, son pocos o ninguno los puzles que plantean una elevada dificultad, y es que las ideas más reveladoras suelen centrarse más en la espectacularidad y en la transmisión de sensaciones que en la propia jugabilidad, algo que encaja estupendamente con la tónica del título.
Por último, y en lo referente al apartado audiovisual, no podemos sino declarar que una imagen vale más que mil palabras; y, en Gris, esto es más preciso que nunca, ya que son los mágicos fondos de acuarelas y las nostálgicas y preciosas sinfonías instrumentales las que construyen toda la marea de sentimientos que evoca la aventura. El jugador se encontrará ante el deseo irrefrenable de admirar continuamente los paisajes, de sacar capturas que se cuentan por cientos, y es que el apartado gráfico de Gris es como una pintura en movimiento. Unas animaciones cuidadas y delicadas, y unos bellos efectos cromáticos, de luces y de partículas terminan por cerrar con matrícula de honor uno de los apartados magistrales de Gris, y a buen seguro recordarás sus escenarios mucho tiempo después de haberlo jugado, ya que posee uno de los mejores diseños artísticos de la historia de los videojuegos.
Conclusiones
Gris es una auténtica maravilla; es una obra alegórica, profunda y evocadora en la que apenas se pueden apreciar defectos, más allá de su escasa duración y rejugabilidad. No es un juego para tomárselo con prisas o para cubrir las tardes muertas de un fin de semana, sino para disfrutarlo en uno de esos días en los que el alma se siente especialmente inquieta, con ganas de descubrirse a sí misma. Está claro que su apartado audiovisual entra por méritos propios en el Olimpo de los videojuegos, pero es precisamente su carácter conmovedor, honesto, y metafórico lo que lo coloca como uno de los mejores juegos del año, y uno de los grandes títulos independientes de la presente generación. Toda una joya.
Alternativas
Journey, Limbo o What Remains of Edith Finch comparten algunas de sus grandes características, aunque cada obra las enfoca de manera distinta y, al igual que Gris, son únicos.
El diseño artístico y la banda sonora son una auténtica maravilla. Profundo y alegórico como pocos.
Tiene poca duración y escasa rejugabilidad.
Gris es una de esas joyas que surgen cada tanto tiempo, y que se adentran tan hábilmente en el terreno del arte. Tan precioso como necesario.