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Análisis de Enter the Gungeon
Versión analizada Xbox One. Copia digital proporcionada por Cosmocover.
El concepto de los roguelikes está más que claro a estas alturas. Son juegos que generan nuevo contenido en función de unos parámetros, para que nuestras partidas sean diferentes. Minecraft mismamente. Cada vez que volvemos a ellos, las directrices del programa nos proponen nuevos escenarios (elaborados a partir de elementos comunes), una nueva localización para los pertrechos y nuevos enemigos. La idea no es nueva, pero sí que ha ganado adeptos durante los últimos años. Hoy vamos a hablar de uno de ellos, uno de los que mejor han sabido coger esa fórmula y para presentarla al jugador más exigente en bandeja de plata. Hablamos de Enter the Gungeon, el juego de Dodge Roll que ya llegó a PlayStation 4 y que ahora hace lo propio en Xbox One.
A medio camino entre la historia de Borderlands (héroes de diferente índole que buscan su fortuna) y la estructura de The Binding of Isaac, este Enter the Dungeon nos propone superar pisos de una enorme mazmorra, con dificultad creciente y una complejidad incrementada capaz de sacar de quicio a cualquiera. Y claro, una vez que nuestro protagonista haya perecido, tocará volver arriba, al comienzo de esta locura conceptual que mezcla balas, potenciadores y saltos con la precisión milimétrica de un cirujano. Porque nosotros dispararemos y esquivaremos gracias a la voltereta que evita el impacto de una ráfaga de balas… pero lo gracioso del tema, es que los enemigos llenarán la pantalla de disparos hasta el punto que parecerá que estamos ante un juego de naves. Pero un “Bullet Hell”, como se llaman normalmente a los títulos en los que las balas forman figuras en las que los huecos entre ellas determinan el camino que debemos seguir para que no nos hieran. Geometría y reflejos a flor de piel.
Con la perspectiva aérea como premisa y los píxeles más puntillosos como materia premia, Dodge Roll nos propone un mundo de fantasía en el que los enemigos son granadas, cartuchos de escopeta y balas mientras que cada una de nuestras acciones tiene una correspondencia en el escenario. Bastará con acertar con nuestros impactos o al pasar por encima para que los libros amontonados se conviertan en una lluvia de hojas de papel o los setos de un jardín se deshagan en hojitas que planean hasta el suelo. Lo mismo ocurre con los barriles (que pueden explotar o soltar charcos de agua según su naturaleza) o las mesas del mobiliario que podremos volcar para tener una cobertura como si de una película de John Woo se tratase. Sí, lógico, las estancias se repiten… pero se ordenan de diferente forma, de manera que es imposible aprenderse de memoria un recorrido o adelantarnos a los enemigos que nos vamos a encontrar. Rotan tanto los enemigos comunes, como los finales como las mejoras que encontraremos en los cofres o en la tienda. La verdadera diferencia entre cada personaje radica en las ventajas con las que arranca desde comienzo, porque aparte de la configuración inicial, de su apariencia y de su arma básica con munición infinita, poco más tendremos para distinguirlos.
El estilo resulta más agradecido, más llamativo que el de otros títulos parecidos como The Binding of Isaac. El pixelado es más “fino” y más imaginativo, lleno de colorido, con efectos hechos de forma artesana que quedan la mar de bien en pantalla. Además de la aleatoriedad de elementos, lo más destacable es la cantidad de elementos, sobre todo de enemigos y de balas que tendremos que sortear. Se nota el esmero puesto en los menús y pantallas de carga. Lo mismo ocurre con la banda sonora (mención especial a la que suena al empezar el juego) los efectos de sonido.
Enter the Dungeon tiene la pega, cruel, de ser muy difícil. Quizás, confiados por el laxo primer piso, consideremos su propuesta entretenida para esos ratos muertos mientras se termina de descargar el AAA de turno. Gran error. Sin darnos cuenta, habremos muerto y estaremos de nuevo en la planta noble de entrada, esperando para bajar con el mismo personaje o para elegir entre los disponibles. Es un juego que requerirá de toda nuestra pericia y toda nuestra atención, en el que podremos tirar por tierra todo nuestro progreso como no entremos atentos en la siguiente habitación. Casi a los niveles de un Dark Souls por la frustración de empezar de nuevo al morir en combate. Aquí cada enfrentamiento con un final boss puede ser el definitivo. Por mucho que todo esté decorado con colorines y balines saltarines, Enter the Dungeon es un señor juego que sacará de nosotros lo peor y más oscuro a menos que nos lo tomemos en serio.