Análisis de Warhammer 40.000: Inquisitor – Martyr
Versión analizada Xbox One X. Copia digital proporcionada por Bigben Interactive.
Raro que Netflix, HBO o cualquier de éstas no haya puesto ya dinero de por medio para hacer una serie de Warhammer, porque otra cosa no, pero pedidrí y seguidores tienen una barbaridad. Sobre todo Warhammer 40.000, la escisión futurista de la marca que acumula libros, figuritas, juegos de mesa y por supuesto, videojuegos. Ahora nos llega una más a la familia, después de haber coqueteado la acción en tercera persona con Space Marine y triunfar en la estrategia con Dawn of War, nos toca el rol de acción. O como lo conocemos coloquialmente en este mundillo, los juegos tipo Diablo. Del juego se encarga Neocore Games, estudio afincado en Budapest que saben la tira de este género por las múltiples entregas desarrolladas de la serie Van Helsing.
Inquisitor Martyr nos pone en la piel, o en la armadura en este caso, de un Inquisidor con la misión de investigar la ausencia de comunicaciones con un monasterio-fortaleza espacial que se llama Martyr. No hay respuesta y el lugar parece abandonado… pero todo se complica cuando las defensas de la ciudadela sagrada se activan y dejan sin nave a nuestro protagonista. Para colmo de males, las comunicaciones con el exterior están intervenidas y no puede transmitir con sus superiores. Tocará adentrarse en lo desconocido y, como es de esperar, el lugar no estará para nada abandonado. De esta forma arrancaremos el modo historia, una sucesión de misiones que servirán para que asimilemos el sistema de juego, su árbol de progresión de las habilidades y los combates… pero como toda cruzada religiosa, esto es solo en principio.
Como es bien sabido por todos, en el universo Warhammer 40.000 igual te parten en dos con una espada-sierra que te pulverizan con una enorme escopeta. En el juego se ha mantenido esa diversidad de posibilidades para los enfrentamientos al permitir tanto variantes cuerpo a cuerpo como acribillar a nuestros enemigos a distancia. La novedad en este sentido (para este tipo de juegos), llega con las coberturas. Como si de un shooter en tercera persona se tratase, podremos pulsar uno botón de nuestro mando para que nuestro Inquisidor se parapete detrás de una protección y dispare a sus contrincantes… por lo menos hasta que ésta aguante la respuesta de fuego enemiga. Tendremos más de 60 armas que podremos equipar en dos diferentes sets, para cambiar de uno a otro con un acceso directo en la cruceta. Pasar de la intimidad que ofrece una espada y un escudo en un pasillo estrecho a la precisión de dos pistolas láser (una para cada mano) en una amplia sala llena de blancos que calcinar no tiene parangón.
Los juegos de rol de acción suelen obcecarse en la misma finalidad, nuestro inventario termina por llenarse de equipamiento inferior al que portamos. En Inquisitor Martyr ocurre, pero como hay tanta variedad de armamento, optaremos por quedarnos diferentes tipos de arma para probar las diversas combinaciones que el juego permite. Ya de entrada tendremos tres clases (Cruzado, Psíquico y Asesina) para especializar a nuestro Inquisidor, pero una vez la seleccionemos se abrirán a su vez otras tres especialidades para cada una, lo que se traduce en 18 árboles de habilidades para que cada jugador encuentre su vocación en el noble arte de impartir la doctrina del Emperador a mandoblazo limpio. Torquemada estaría orgulloso de nosotros. El modo historia, como dijimos antes, puede servirnos de introducción, porque el verdadero valor del juego a largo plazo queda para los desafíos, un sistema de juego abierto en el que el Emperador nos enviará a erradicar la herejía por todo el universo. El arranque con la Martyr es solo un prólogo, a partir de ahí comenzaremos a deambular por los planetas del sistema Caligari mientras intentamos dar caza al enorme navío, averiguar lo que ocurre y exterminar todo el Caos que nos encontremos. Un planteamiento atractivo que al poco tiempo comienza a perder el lustre por culpa de misiones muy parecidas y poca variedad de enemigos. Esperemos que todo esto se arregle con las futuras actualizaciones, todas ellas gratuitas con nuevos planetas, mejoras y misiones, sobre todo los puntos calientes en los que la dificultad se dispara y nos obligan a abusar de las misiones secundarias para potenciarnos y avanzar en la trama.
El apartado gráfico se mantiene fiel a la franquicia, con escenarios oscuros y enemigos detallados con sus armaduras XXL. Además de utilizar la cruceta como acceso a opciones menores, el segundo stick permite rotar la cámara (en Diablo 3 no se puede) y manejar el zoom para alejarnos o acercarnos a la acción. Esto resulta especialmente interesante en el multijugador, con cuatro jugadores mediante internet o el modo cooperativo para dos personas en la misma consola, opción exclusiva de consola. La conversión luce la mar de bien (el juego se ha retrasado un par de meses respecto a su salida en PC), y hasta permite que las consolas premium (Pro y X) dispongan de un modo de “Calidad” que sube la resolución hasta los 1440p en ambas plataformas. Fanfarrias contundentes con sus trazas militares, socarrones voces en inglés y muchos subtítulos en castellano de tamaño discutible conforman la localización del juego.
Y poco más que decir, estamos ante otro juego de rol de los de toda la vida, pero revestido con las majestuosas armaduras de la marca W40K, lo que siempre es un incentivo. En cuanto profundizamos un poco en la jugabilidad, cantan un poco los desajustes y la escasa variedad, pero tiene ese halo macarra de la franquicia que tanto gusta y por el que somos capaces de seguir jugando un poco más. Esperemos que todas las promesas de contenido gratuito y de temporadas de añadidos no caigan en saco roto, porque aunque hay un base en la que puede germinar un gran juego si se cuida y se mejora con esfuerzo. Esperamos que los chicos de Neocore Games acierten con las teclas necesarias para que este Inquisitor Martyr corrija lo poco que tiene que arreglar y amplíe sus posibilidades con añadidos de calidad. La competencia es muy fuerte y con solo el valor de la marca no se consigue expulsar a los infieles que siguen al Caos… o al mismísimo Diablo.
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