Análisis de Limbo

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Copia digital proporcionada por Best Vision PR y analizada en una Nintendo Switch

Desde que se pusiese a la venta en Xbox 360 en el 2010, Limbo ha pasado por todas las plataformas habidas y por haber, bueno, casi por todas, porque sorprendentemente es la primera vez que aparece en una videoconsola de Nintendo. Desarrollado por el estudio danés Playdead, viene a nutrir con calidad el frondoso catálogo de títulos indie del que puede presumir, y con razón, Nintendo Switch. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, la jovencísima hibrida nipona se está convirtiendo en todo un referente para disfrutar de los juegos independientes, aunque en el caso que nos ocupa, con nada menos que 8 años de retraso.

De Limbo ya se han dicho muchas cosas, de hecho mismamente en esta web ya hemos hablado de él ampliamente en varias ocasiones y con varios análisis en distintas plataformas. Poco o nada nuevo se va a poder contar, ya que se trata de exactamente lo mismo que ya se ha podido ver en otros dispositivos. No obstante vamos a tratar de enfocar este análisis para que aquellos que por una u otra razón es la primera vez que oyen hablar de esta obra maestra de los videojuegos.

Sin cinemáticas, sin ningún tipo de introducción, sin explicarnos absolutamente nada, nos sueltan en un escenario en dos dimensiones, con el blanco y el negro como única referencia gráfica. Directos a la acción experimentamos con los botones de nuestro mando, y pronto averiguamos que solo podemos saltar, movernos de izquierda a derecha y agarrar o accionar ciertos elementos del escenario. Lúgubre, sobrio, incluso nos podríamos atrever a decir que un poco sosainas pero tremendamente efectivo, trasmitiendo mucho sin decir nada.

Tras la carga inicial, Limbo no parece que necesite más, las situaciones y los diferentes escenarios se suceden hasta ser completado. Seguramente a estas alturas alguno ya haya probado otros juegos de similares características, por lo que es posible que no les sorprenda tanto, pero en su día pegó un fuerte puñetazo sobre la mesa, reivindicando que un estudio con un presupuesto limitado podía hacer grandes cosas utilizando la creatividad y la imaginación. Nuestro objetivo principal es conseguir avanzar sin cesar hasta llegar a un lugar u objetivo siempre incierto. Según se van sucediendo los diferentes escenarios se nos plantean numerosos puzles con una dificultad progresiva, consiguiendo una curva de complejidad justa, sin altibajos y dando una sensación de que no son tan difíciles como podría esperarse.

La sobriedad de los escenarios se fusiona con los cromáticos colores, ambientando un juego difícil de definir, pero sorprendentemente único. Aún a día de hoy, y después de haberlo jugado en tres plataformas diferentes (sin contar Nintendo Switch), Limbo nos sigue ilusionando, nos sigue pareciendo una verdadera obra de arte. Su compleja simplicidad resulta abrumadora. Y ya no solo gráficamente, sino en cómo nos plantean la historia, como controlamos al protagonista, la infinidad de detalles que inundan los escenarios, hasta la falta de una musiquita que nos acompañe se hace extrañamente agradable.

No nos cansaremos de decirlo. Limbo es único, ha supuesto un antes y un después en el panorama indie. Es de esos juegos que permanecen en el recuerdo para siempre, impactante, simple y a la vez complejo. Representa la posibilidad de crear un juego que rompa con todo gracias a la imaginación y la creatividad. Por ponerle un pero, el único, es que puede resultar un poco corto, ya que en apenas 4 horas podemos llegar completarlo, siempre que no nos atasquemos en muchos puzles. Si aún no lo has jugado, ya estás tardando en ir a la tienda digital de tu Nintendo Switch a comprarlo.

Su compleja sencillez. Su ambientación y planteamiento.

Que “solo” dure 4 horas.

Una delicia única que mantiene fresca a pesar del paso del tiempo.

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Limbo