Análisis de Bleed

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Analizado en Xbox One. Copia digital proporcionada por Digerati Distribution.

Hoy hablamos de Bleed, el juego de Bootdisk Revolution que salió en Xbox Live Indie Games y PC hace la tira de tiempo, casi cinco años. Ahora el título llega a PlayStation 4 y Xbox One, de la mano de Digerati Distribution por menos de diez euros y como antesala de que llegue también a consola la segunda parte de la serie. Porque Bleed se convirtió en franquicia este mismo año con muy buena aceptación, por lo que no nos extrañaría que se anunciase también una versión del mismo que acompañe a la primera parte. Estamos ante un juego arcade de esos que revindican que cualquier tiempo pasado fue mejor, que el píxel es bello en cada una de sus aristas y que para que reconozca nuestra valía tenemos que hacer una partida perfecta respaldada por nuestra puntuación. Lo que conocemos como esencia de salón recreativo.

Es la historia de Wyrn, una chica de pelo rosa que quiere convertirse en la gran heroína de los videojuegos. Para ello cuenta con un buen arsenal de armas, un bloc de notas en el que tacha sus logros y mucha determinación. Y poco más que decir, Wyrn se mueve con el stick y dispara en 360º con el derecho mientras cambia de arma, salta y ralentiza el tiempo. Bueno, realmente solamente salta una vez, las dos siguientes pulsaciones son impulsos que la hacen moverse más rápido hacia arriba para esquivar y alcanzar zonas superiores. En cuanto a lo de ralentizar el tiempo, realmente consigue que durante el tiempo en el que desciende ese medidor, todo ocurre a una velocidad más baja que permite anticiparse a lo que está por venir, que no es otra cosa que sortear los proyectiles enemigos y poder anticiparse a sus rutinas de movimiento.

Bleed es acción directa. Sin relleno. Siete niveles repletos de enemigos, obstáculos, escenas vertiginosas y jefes finales llenitos de patrones de movimientos diferentes. El juego nos incita a disparar tanto para acabar con los enemigos como para evitar que nos hagan daño, como al eliminar sus disparos. Porque de eso va, de disparar, esquivar y que no nos toquen. Conforme disparamos, sumaremos puntos que aumentarán nuestro grado de puntuación (D, C, B, A y S muy similar al sistema de letras de Devil May Cry) con la idea de terminar el nivel (vencer al enemigo final) con el rango más alto. Lo malo es que cada vez que nos toquen, el rango bajará drásticamente, de forma que puede que perdamos casi todo lo conseguido en un descuido.

Nuestro objetivo no es superar los niveles, es hacerlo con estilo al aprovechar el medidor que ralentiza la acción y encadenar los saltos para describir piruetas que nos hagan permanecer indemnes. Por supuesto no lo conseguiremos de primeras, pero al menos conseguiremos mejoras y nuevo armamento con los puntos que ganaremos al intentarlo nuevamente. Los cuatro niveles de dificultad alteran la ubicación de los enemigos pequeños y modifica las rutinas de los jefes finales, tanto de los que aparecen en la mitad de la fase como los que esperan al final de la misma. A todo esto debemos sumar los tres personajes que podemos desbloquear, el modo “arcade” para terminar cada nivel con una sola vida, las mencionadas mejoras que podemos adquirir en la tienda y el modo desafío para que nos enfrentemos a tres de los enemigos finales (a elegir) a la vez. Poca broma con eso último.

El juego abusa de los píxeles, de las animaciones minimalistas y de colores rancios (marrones, grises y derivados) para ofrecernos un espectáculo de acción sin tapujos. Los niveles duran pocos minutos, por lo que podemos pasarnos el juego en menos de media hora, pero volveremos una y otra vez para conseguir más puntos que potencian a nuestro personaje y para interiorizar las mecánicas y secretos de cada parte del juego. Juega, muere, repite. Bleed ya estaba obsoleto en 2012, pero como lo retro está ahora mismo en una segunda juventud, casi se le pasa. Se le pasa por eso, por el sentido del humor y porque resulta muy satisfactorio ponerse a jugar casi de inmediato, con esa fórmula de partidas de cuatro minutos que se convierten en chupitos de adrenalina. La música y los efectos de sonido son tan viejunos como los píxeles que utiliza. Bleed es un rompemandos tan divertido como modesto. Ya vendrá la segunda parte a ofrecer nuevas acciones y más recursos, lo que esperamos es que la inmediatez se mantenga tan presente como ocurre en este juego. No rompe esquemas, ni se lo propone. Es simple acción de la de siempre, como hacía mucho que no veíamos.

Los matices en la dificultad al cambiar de arma, dificultad o personaje.

El apartado gráfico podría pasar por el de un Spectrum 48K.

Sin muchos alardes, el juego consigue tenernos enganchados. Ideal para partidas cortas.

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Bleed